La presentación de "El Sol Brilla Aquí Amarillo" de Henrique Fujikawa en Casa Yui fue mucho más que la presentación de un libro. Fue la apertura de un espacio de resonancia, donde un archivo familiar dejó de ser íntimo para convertirse en un espejo colectivo.
Frente a las imágenes intervenidas de Henrique –ese diálogo sutil entre fotografía analógica, sobres japoneses y glitches digitales– el público no fue un mero espectador. Algo más profundo ocurrió: cada quien encontró su propio puente para cruzarlo.
Las imágenes de Henrique funcionaron como llaves que abrieron archivos personales. Un rostro borroso que evocó a un abuelo migrante, un gesto que recordó a una madre, un objeto que trajo al presente un viaje olvidado. No era solo su memoria; era la nuestra.
"O Sol daqui Brilha Amarelo" no se limita, entonces, a mostrar un trabajo sobre el pasado. Es una herramienta para mirar el presente. Nos demostró que el verdadero poder de una imagen no está en lo que muestra, sino en lo que es capaz de conectar en quien la observa.
En Casa Yui, esa noche, fue el inicio de todas las conversaciones que sus páginas habilitan. Fue la prueba de que cuando un artista trabaja con honestidad y poesía, su obra deja de ser un objeto para convertirse en un encuentro.
Las calles como galería



En Casa Yui creemos que el arte debe respirar en el espacio público. Por eso, junto a Henrique, exterritorializamos su obra y la presentación de su libro más allá de nuestros muros.
Llevamos sus collages a las calles del barrio de San Telmo - ese territorio histórico que por siglos abrazó a comunidades de inmigrantes - para que dialoguen con las paredes, las esquinas y las memorias que aquí habitan.
Estas pegatinas son un gesto pequeño pero poderoso: interrumpen lo cotidiano para preguntarnos sobre los recorridos, los desplazamientos y las nuevas cartografías que construimos cuando el arte sale a buscarnos.
